Profesionales de la Sexología del Centro Plenus son entrevistados por Diario “El País”.

Resumen extraído del Diario “El País de los Domingos” edición del 14/06/09.

“Los problemas económicos suelen afectar el deseo sexual. Hay parejas que se refugian en la intimidad para aliviar tensiones, pero en la mayoría baja la libido.

“La crisis financiera mundial está generando estragos en los bolsillos, pero también en la cama. ¿Razones? "Alguien exigido y angustiado por los problemas económicos ve afectada su vida sexual porque pierde estabilidad emocional y declinan sensiblemente sus fantasías", señala la psicóloga y sexóloga Rosana Pombo, integrante del centro médico Plenus. Eso está sucediendo en todo el globo, incluido Uruguay, donde la crisis ya dijo "presente" con la reciente suba del desempleo y comenzó a hacerse un lugar entre las sábanas. Varones sufren más. Pero no toda recesión financiera ni pérdida laboral influyen negativamente en la cama, aclara Pombo. También pueden incidir de forma positiva, ya que hay quienes afrontan estos problemas con serenidad y tolerancia, y se refugian en la intimidad justamente para aliviar tensiones. No hay que olvidar que las relaciones sexuales ayudan a liberar endorfinas, hormonas que regulan la sensación de bienestar y relajación. Según la experiencia de Pombo, quien se anima a decir que, crisis en puerta, la libido disminuye más en ellos que en ellas, sobre todo si pasaron los 25 años, mantienen una familia o cargan con muchas obligaciones. "El varón se atemoriza más ante aprietos económicos o fatalismos generalizados porque estamos educados en una sociedad sexista donde él aún asume el rol (y la responsabilidad) de sustentar un hogar", analiza la sexóloga. Además -agrega- a ellos les cuesta aceptar que perdieron el deseo sexual porque se pone en juego su hombría; si insisten en tener relaciones con su pareja es nada más que por cumplir con el mandato cultural de que siempre tienen que estar dispuestos. El hombre lucha por conformar a su compañera pero igual llega a la cama preocupado y ansioso, lo que la mayoría de las veces termina ocasionando una disfunción eréctil (impotencia), dice la psicóloga. Las mujeres, en cambio, separan mejor los problemas laborales del encuentro íntimo y no pierden el erotismo, aunque también sucede que se acuestan con su pareja para ayudarlo a olvidar las preocupaciones, y entonces no lo disfrutan tanto. "Tampoco las personas le dan la necesaria trascendencia a la disminución de la libido ni a ninguna disfunción sexual cuando en realidad sí son preocupantes", dice Pombo. De hecho, la psicóloga indica que la ansiedad y excesiva preocupación por no perder el trabajo son los principales factores de riesgo de enfermedades como el hipogonadismo (disminución o ausencia de secreción de las glándulas sexuales) y el hipotiroidismo (baja de los niveles de hormonas tiroideas). Pombo opina que la relación entre sábanas de los uruguayos está devaluada más allá del valor de la moneda. "Si bien la sexualidad se ha enriquecido en los últimos años porque la mujer tomó un rol más protagónico y demanda a su pareja un encuentro íntimo más placentero, lo cierto es que la sociedad le sigue dando más valor al éxito profesional", reflexiona. El sexo siempre queda en el último lugar porque uno duerme poco, trabaja más, se alimenta de cualquier manera, y cuando llega a su casa está agotado y su cabeza aún le sigue dando vueltas. La gente le dedica menos tiempo a la recreación cuando ésta es fundamental para mejorar el estado de ánimo y disfrutar realmente el encuentro sexual, aseguran los especialistas, aunque también reconocen que el deseo tiene que tener tiempo y espacio para aflorar. Tal como aclara la psicóloga Pombo, "para eso hay estar descansado y despojado de toda preocupación". Si la persona teme quedarse sin trabajo la libido va a estar orientada hacia la resolución de ese problema, agrega. "Puede haber sexo pero éste es más bien mecánico, y seguramente disminuya su frecuencia con el tiempo". ¿Cómo revertir la situación? Se necesita de un trabajo interdisciplinario, es decir, con ayuda de un sexólogo, psiquiatra y psicólogo, quienes conjuntamente evaluarán si es necesario indicar un tratamiento en base a fármacos, terapia, o ambas cosas, finaliza Pombo.”

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